Mi sumiso me miras sorprendido bajo una tenue luz de una vela.
Aunque el velo cubre mi rostro, no temas, puedes adivinar en mis ojos...ellos no ocultan los designios.
Te miro con afecto y atisbo que tras tu mirada de animal enloquecido de deseo.
Está agazapada la tristeza de la búsqueda constante, los miedos y las dudas.
Tomaré bálsamo y ungüentos y humedeceré tus labios y tu cuerpo.
Lentamente te despojas de tu ropa con manos inseguras y ávidas
Y ante mi liberarás al hombre que anhela ser dominado y derrotado.
Marcaré un sendero que ilumine tu cuerpo… aunque herido, sanarás.
Y con manos delicadas sobre tu sexo sembraré el más bello de los jardines.
Saciaremos nuestra exhausta sed y nos enredaremos en multitud de juegos.
Dónde solo nos valdrá el más codiciable de los placeres.
